Apreciadas maifrens,
La segunda maternidad la estoy trabajando con un método nuevo que ríete tú del de Estivill y Carlos González: El método surviver, basado en la evolución y madurez infantil a cara perro.
¿Y eso qué quiere decir? Pues muy fácil, que con la primera hija tú participas activamente de cada actualización: a los dos meses lees que la niña empieza a ver y te pasas el día delante de su careto para que te reconozca, a los cuatro meses ya le empiezas a dar cosas para las encías, a los cinco buscas en los foros si es normal que aún no le hayan salido los piños, a los seis meses recibes un mail del babycenter que te dice que a partir de ahora tu hija debería empezar a jugar con objetos, te vas corriendo a comprar juguetes seguros para su edad y observas orgullosa como se lo mete hasta la campanilla, una visita al pediatra te avisa que tu hija debería empezar a comer papillas y te montas una fabrica de Bangladesh de diferentes sabores para congelar, le introduces el biberón poco a poco para llevarla a la guardería, gracias a esta actualización se desteta y aprovechas para ponerla a dormir en su habitación aunque pases dos noches en vela, la pones boca abajo para que gatee, le sueltas las manos para que camine, no le falta jamás en la mochila el babero limpio, contestas cada día a lo que te pone la profesora en la agenda… todo ello, eso sí, mientras la falta de vitamina abcdfgh, la anemia y el pantone gris cemento de la piel, te acompañan en tu día a día sintiéndote la peor madre ever porque no llegas a nada.
En mi segunda maternidad, en cambio, el tiempo ha ido pasando mientras corríamos de un lado al otro gestionando rabietas, celos, cenas, comidas, compras en el súper, días de libre disposición, vacaciones de invierno, semana santa, verano, cumpleaños infantiles, cambios de armario, poniendo ocho cientos lavavajillas (pray for el cambio climático), guardando ocho cientos lavavajillas, lavando tres toneladas de ropa (greenpace #tequierotío), poniendo a secar tres toneladas de ropa, doblando tres toneladas de ropa, guardando tres toneladas de ropa, ordenando la habitación, limpiando, haciendo camas, limpiando escapes, haciendo baños, contando cuentos, etc. mientras la de Albacete se ha ido gestionando sola todos los pluggins de cada edad.
Hasta los seis meses ya lloraba para nos avisarnos que la de Murcia iba a su encuentro con mirada de psicokiller, se metía el juguete preferido de su hermana por las encías para ayudar a salir el colmillo que tenía atravesado con el consiguiente llanto de sujeto 1 porque “estàaaaa xxxxxupaaaat”, empezó a gatear a los seis meses para huir de la muerte segura, dijo “mama” cuando estuvo preparada para que le diera palitos de pan, aprendió a señalar cuando sintió que había llegado el momento de comer galletas de dinosaurios, hojea libros sola para ver si sentimos algo de piedad y le hacemos el ruido de los animales, se ríe con complicidad cuando la de Murcia ha comido azúcar y está colgada de las cortinas a lo ten-cerca-a-tus-amigos-pero-aún-más-cerca-a-tu-hermana-hiperactiva, dijo “papa” cuando descubrió que el jasban no tenía teta pero sí acceso a las galletas de dinosaurios, tomo papillas de verdura en la guardería desde el minuto uno y sin rechistar, empezó a andar antes del año para seguirle el ritmo a su hermana… y todo eso lo fue gestionado for herself, mientras nosotros sobrevivíamos al día a día.
Un método infalible para survivers que estoy a punto de patentar en el que se deja fluir al cachorro para que aprenda a actualizarse automáticamente por sí mismo, mientras tú intentas no morirte en el pasillo de los congelados del supermercado, con lo poco glamouroso que quedaría en la esquela “nos dejó por agotamiento una tarde mientras compraba la cena en el condis”.
Eso sí, el método tiene algunos fallos que estamos intentando corregir como el de estirar la lactancia por aquello de “deja-para-mañana-lo-que-te-de-una-parada-cardiorespiratoria-solo-de-pensarlo-hoy” y de dar la teta para calmarse y dormirse mientras ojeaba Instagram (sí, desgraciadamente este año no me llevo el nobel a la maternidad), la cosa ha subido de nivel viviendo desde hace dos semanas las temidas THE FUCKING NIGHTS OF THE PARROT, que para las que seáis nuevas survivers significa que WHEN THE NIGHT HAS COME AND THE MOON IS BACK y estás en medio de un sueño profundo, tu hijo te destroza el ciclo de sueño, los chakras, y te resta dos años de esperanza de vida llorando una media de seis veces por noche como si lo estuvieran descuartizando y que no se calma y vuelve a dormir hasta que le das la teta, pan para hoy y hambre para mañana, que nada es gratis en la maternidad y si te descuidas en dos días pasas de ser madre a chupete humano.
Así que en esas estamos, buscando en Amazon un succionador con forma de pimiento morrón, tacto de blandiblup y con algunas cicatrices de mordedura de decoración, a ver si así puedo volver a dormir un mínimo de cuatro horas seguidas para sentir de nuevo el riego sanguíneo circular por mi cerebro.
Besis.