Apreciados maifrens,
Lo que tiene hacer zafarrancho en casa una vez al año es que cuando lo haces en profundidad, enfrentándote el papeleo apilado en ese cajón que no se abre nunca bajo amenaza de muerte, encuentras cosas random como pergaminos de facturas que datan del 1765, una bolsa de chuches escondidas para que sujeto 1 no tuviera diabetes temprana que ahora ya pertenecían al grupo de los fósiles y alguna que otra sorpresa, como un vale que me regalaron mis compañeros de trabajo cuando tuve a la de Albacete en un conocido sitio de SPA y que entre pañales, noches sin dormir, pérdida de bienestar, rabietas y cansancio extremo, no había vuelto a recordar.
Aunque habían pasado casi dos años del regalo, cuando lo encontré sepultado entre nuestra bullshit familiar, decidí probar en la web el código que ponía en la tarjeta y… ¡BINGO! Estaba aún vigente, así que reservé una tarde pactada con el jasban para ir a destaponarme los chakras, rezando para que tuvieran un desatascador nivel industrial.
“¿Viene sola?” Me dijo la marichochi del centro hablando como para dentro para no desentonar con la música relajante del lugar, que acostumbrada yo a una contaminación acústica en casa que ríete tú del Palau Sant Jordi, tuve que pegarle la oreja a la boca para poder descifrar lo que me decía.
De repente caí en la cuenta: “Sí, estoy sola…”
SIN JASBAN. SIN NIÑAS. SIN AMIGAS…. SOLA
La marichochi me llevó a un vestuario, que eso era un remanso de paz con música zen e iluminado con la luz de las velas, algo que sería muy relajante para cualquier ser humano que no ha tenido hijos con juguetes que hacen luces láser y que te funden las retinas con sacarlos de la caja dejándote medio ciega, que yo allí podría tener al mismísimo Ryan Gosling al lado que no lo reconocería. Así que me dispuse a vestirme en braile, dándome cuenta que en mi huida de “mierdaaaaa llego tardeeee a relajarmeeeee” que una no puede irse zen ya de casa, cogí el primer bañador que vi y era uno que me compré cuando aún no sabía el significado de la palabra toxoplasmosis. Y entre que no veía un pijo y que tenía que embutir un metro y medio más de pellejo en la lycra que ya estaba desgastada de por sí por el paso del tiempo, mientras las otras mujeres se vestían casi sin respirar, yo era como un saco de ruidos con “creeeec” “crooooooc” “Trrraaaa…” “aggghhhrr” “mecagonsumuertos…” y las típicas onomatopeyas que gritaría Paquirrín entrando en el traje de una burbuja Freixenet.
Por suerte, la oscuridad relajante del vestuario no me dejó admirar el resultado de meter un cuerpo de la talla 38 en una XXS, así que contenta por no haber reventado las costuras, aunque estaban en nivel grangrena, me puse mi albornoz mis chanclas y me llevaron al circulo de baños termales y allí me recibió un marichochi que podría trabajar en un spa o como socorrista de una playa de Santa Mónica, hablándome para dentro como si le hubieran hecho una traqueotomía, a lo que me pareció entender leyéndole los labios, explicándome las funcionalidades de las piscinas fría, caliente y tibia.
Entré directa en el baño de agua “tibia” y me senté en un rincón cerrando los ojos para intentar no mirar hacia abajo y ver la magnitud de la tragedia de mi outfit piscinero, porque fuera del agua no había más luz que las de las velas pero dentro había dos focos apuntando hacia mi culo carpeta vaya a ser que te relajes demasiado olvidando que no eres Claudia Schiffer. La idea era intentar no pensar en nada. Vale. Mmmm…. No pensar en nada. Mi estado de nirvana duró tres segundos. “¿Se habrán comido el puré de calabaza?”… N-A-D-A… “¿Habrá intervenido la policía para que se den un baño? SHIT!
Necesitaba desconectar de casa, pero pensar en algo para no aburrirme así que disimuladamente trace un plan B: Me hice la muerta y dejé que mi cuerpo fofisano flotase a lo ballena varada hacia el otro lado de la piscina termal donde había un grupo de amigas, con bikinis que reflejaban una piel que no había sido estirada por un cigoto durante cuarenta semanas, susurrando y riéndose de cosas que me harían dejar de pensar en las mías. Era un plan sin fisuras, así que me dispuse a flotar con la cabeza hacia ellas y touché! Encendí mi NETFLIX casero, en un capítulo en el que una de ellas le había enviado un mensaje a un madarfacar que aún no la había contestado y…. unos “tía estará muy ocupado” y otro “Tía pasa de él…” que eran música para mis oídos.
Ahí me quedé un rato flotando, intentando tener los oídos fuera del agua, que eso eleva la dificultad y te genera una contractura cervicial cuando la idea era relajar los músculos, echando de menos un buen bol de palomitas, y cuando ya empezaba a notarse que el tema me estaba interesando demasiado porque ya me había olvidado de disimular y las estaba mirando sin parpadear, las chicas, sintiéndose observadas por la loca del biquini tres tallas pequeño, se fueron dejándome de nuevo sola conmigo misma, recordando esa época pasada de mi vida y lo diferente que ves las cosas con la distancia y otras preocupaciones, como la de que tus cachorras no se metan plásticos en la laringe o que no mueran atropelladas en un paso de cebra y reprimí mis ganas de contestarle antes de que subieran las escaleras, un: “marichochi, la vida me ha enseñado que si no te escribe y no te sigue el rollo, no le interesas. Y si no le interesas, no te interesa. De nada. Besis.” por miedo a que pidieran una orden de alejamiento.
Y entonces eché de menos al jasban con el que estaríamos comentando la jugada e inventándonos la vida de todos los integrantes del baño termal, como hacíamos cuando no teníamos hijos.
El socorrista de Santa Monica vino a buscarme y viendo que estaba sorda nivel tapia, me dijo con señas que tocaba mi sesión de masaje, dirigiéndome a una sala donde una rusa de dos metros me pidió que me tumbara en una camilla.
Fundido a negro.
No recuerdo nada más que despertarme con babas resbalándome en la barbilla, con sensación de resaca, mientras escuchaba una voz susurrandome en el oído:
«¿Le ha gustado el masaje?»
“¿Masaje? ¿Qué masaje?”
Así que la próxima vez en lugar de un SPA , porfavor-os-pido, regaladme una “VALE por una inducción al coma.”
Besis.