Apreciados maifrens,
¿A caso hay algo mejor que estar postrada una semana a 38,5 con escalofríos en la cama mientras el jasban pilla cacho y se hace cargo de todo? Pues sí, he estado en un spá mental de cinco estrellas aunque el médico me amenazara con ponerme la antitetánica de la tos metálica que echaba por el boquino. Nah, un peaje pequeño a pagar teniendo en cuenta que me he pasado unos días tirada en el sofá viendo en la tele cosas sin lucecitas de colores que te dejan al borde del ataque epiléptico.
Eso sí, como el riego sanguíneo dejó de llegarme de manera normal con el primer embarazo, decidí verme los primeros capítulos de la Marie Kondo no porque tenga ninguna intención de sacar las cajas tutankamon que están en nuestra habitación del horror a la que cariñosamente llamamos “mordor”, si no para reconciliarme con la especie humana y ver que hay gente que está peor que una servidora.
Para quién no sepa quién es la Marie Kondo, es una marichocho a la que le gusta ordenar como a mí devorar los croissanes de chocolate. Y da conferencias sobre el orden y se ha hecho de oro con el tema. Que en el fondo el resumen es que tires mierda, porfavortepido, y te quedes con lo imprescindible. Pero eh, dicho de una manera más cuqui que el maketing es lo que tiene.
La chica es japonesa y aunque vive en el iueseis habla en japonés. Se ve que en una de sus limpiezas en casa tiró el diccionario inglés-japonés con un “atomarporculo esto no me hace feliz” y se buscó a una traductora/secretaria/esclava con la que va a todas partes. Que eso no sólo te hace feliz, si no que te hace la vida mucho más fácil donde vamos a parar.
Totally, pues la tía se planta en casa de gente que tiene más cosas que un almacén de amazon y con la traductora/secretaria/portaparaguas pica la puerta y suelta un “jaaaaaaaaaiiiiii” que suena a psicópata nivel Clarisse del silencio de los corderos.
Y la gente la saluda, le enseña la mierda que ha ido acumulando en su casa con una sonrisa mientras a ella se le dilatan las pupilas de felicidad. Y mientras le salen arcoíris de las orejas al contemplar el vertedero en el que viven, les propone el primer paso: agradecer a la casa por el servicio que hace. Que yo más que rezar a la casa pondría una velita a ver si con suerte se prende el Diógenes, la casa y se puede empezar los cimientos desde cero. Mucho más rápido y eficaz.
Pero la pava se pone en trance y conecta con el homirgón para decirle “no te preocupes que a estos guarros los pongo yo firmes” pero en japonés. Y la traductora sonríe y toma apuntes en plan “esta casa tiene más mierda que un lavabo de discoteca”. Y propone sacar toda la ropa del armario y ponerla encima de la cama. Y ahí se tiran una tarde sacando ajuar que se ve que hay gente que no repite chaqueta en un trimestre. Y cuando la montaña llega al techo y tú crees que la va a hacer desaparecer por arte de magia, te dice que el kit de la cuestión es tirarlo todo y que te quedes sólo con lo que te hace feliz. Que te digo una cosa, a mi feliz, feliz me hacen las galletas XL de Chips Ahoy, para que me entiendas. La ropa la tengo para recoger de alguna forma mi epidermis blandiblupera y no salir a pelo a la calle. Que ya me gustaría a mí ser una influencer.
En fain, pues la tía que lleva siempre falda porque los cojones que tiene de llamarse a sí misma especialista en orden no le caben en el pantalón, se va sin coger ni una triste camiseta y deja los marichochos con la cama llena de mierda y teniendo que dormir en la alfombra. Que te digo yo que ese desastre hay que pedir una excedencia en el trabajo para poder volver a ponerlo en el armario. Y al cabo de unos días, cuando a los susodichos tienen la piel pantone anemia de no poder tomar el sol ni de camino al container ,vuelve la marichochi con su ayudante, su falda y su “Jaaaaaaiiiiii” y decide seguir con sus lecciones Kondo. Ahora toca: seguir sacando mierda de la cocina.
Que eso de un día sacar inmundicias de un sitio y otro de otro ya lo hacía mi madre con tres hijas correteando por el pasillo. Y ni Lección Kondo ni nada, que se llamaba hacer zafarrancho y le quedaba como los chorros del oro. Pero vamos, que el marketing es así y se llama Lección Kondo y ala, a seguir sacado porquería, ahora de la cocina que a ver quién es el guapo que sabe identificar si los tuppers te hacen feliz, que la mayoría de cosas que tengo no sé ni para que sirven, para seguir con el mismo procedimiento. Cuando queda la cocina patas arriba coge la tía y con un “baaaaaaiiiiiiii” de psicópata asesina nivel resplandor, se sube a un coche con su ayudante/chofer/traductora y se pira. Y los deja ahí, con la esperanza de vida en -3, seleccionando si los cuchillos les hacen feliz o les entran ganas de cortarse las venas.
Eso sí, de tanto en tanto sale ella sentada en un sofá de un plató en el que te empadronarías sólo con verlo y te suelta el rollo de las Lecciones Kondo, que si juntan a las parejas y blablá, todo en japonés con subtítulos que la ayudante traductora justo tiene el día libre.
Que una cosa te diré maricondo, lo que te junta con tu pareja es un par de billetes de avión, una reserva a un hotel que tenga un colchón decente y una canguro dispuesta a quedarse con tus hijos gratis. Eso sí sería un programón en el que me apuntaría sin pensarlo.
En fain, que estaba yo a punto de abandonar el programa por poca empatía con la marichochi, cuando de repente soltó que tiene dos hijas. D-O-S-H-I-J-A-S. Y con una de ellas hacía un skech de navidad sobre cómo guardaba las figuritas. La niña, que tenía el gamberrismo en sus ojos rasgados, llevaba el flequillo despeinado mientras jugaba un poco fuerte con las figuritas. Ella sonreía a cámara mientras la miraba de reojo. La tensión se podía cortar con un cuchillo. “¿A ti te gusta la navidad?” le decía con un tono entre la ansiedad y el miedo. “Yaaas” decía la maricondita manipulando fuertemente unas figuritas delicadas navideñas. CORTE Y FUNDIDO A NEGRO. Puedo imaginarme el making of. Lloros, figurita encastrada en la pared y los camellos de los reyes magos con las patas amputadas. Al menos en mi cabeza, que eso me da una paz mental y me hace sentir que no estoy sola en el Vietnam de la bimaternidad.
Y con ese sketch, me reconcilié con la maricondo y pensé que eso sí que sería un programa interesante para una segunda temporada: ver un reality a lo Kardashian de una adicta al orden con dos hijas. Que quiero saber si le hacen feliz o no le hacen feliz los peluches cutres de la Patrulla Canina, las bragas de la Shimer y Shine, las paredes pintadas con rotulador o las barbies con más enrededos en el pelo que un rastafari.
Quiero ver esa mañana después de reyes magos cuando en su habitación ya no caben los juguetes y empiezan a invadirte el comedor. ¿Te hace feliz maricondo? ¿O te pegas un tiro y sigues pá lante?
Pues eso señores de Netflix, que porfavortepido, háganme feliz.
Que risa (ahí te tiro la conceptual, para no llenarte de onomatopeyes o peyas). Te sigo mamadematilda.
🤣🤣🤣🤣🤣
Jaaaajajajaja! Las has dejado fina filipina!! Aix, yo me leí el libro, y me sirvió para deshacerme de los apuntes de la carrera, eso se lo debo! Por la serie no paso. XD
Muas!
Jajajajajaja es que la marichochi se ha hecho de oro dicièndote “quédate con lo imprescindible, marichochi”. Eso lo hace también mi madre y gratis!