Apreciado diario,
Como ya he dejado patente alguna que otra vez, el estado en el que me encuentro de preservación de la especie humana is killing me a lot of, lenta y dolorosamente. Sí, lo sé, hay algunas a las que le sienta estupendamente, están más guapas que nunca y no cogen la baja hasta el día que rompen aguas en medio de la oficina. Pero si os dais cuenta, son las mismas que cuando les preguntan cómo tienen ese culo prieto mientras el tuyo va barriendo los espacios por dónde pasas, te contestan:
– Pues no sé, debe ser genética porque como lo que quiero y no hago deporte.
Pero que luego, mientras tu estómago tiene un orgasmo comiéndose un croissant, las ves detrás del ordenador masticando alfalfa. Que yo prefiero pensar en un mundo justo para todas y me niego a creer que exista gente que no haga deporte y no le vibren las carnes cuando dice toxoplasmosis. Que soy muy de pensamiento jipi y de creer que todos somos iguales ante la flaccidez.
A lo que íbamos, pues eso, que en con mi experiencia 26 semanas de gestación y quedándome aún por recorrer el parto y otros menesteres que así a priori tienen menos glamour que una fiesta VIP de telecinco, me he propuesto a hacer una lista con los momentazos más significativos desde que estoy fabricando una vida, que ahora mismo mi útero es como Lourdes, que son pequeñas alegrías que te enganchan para que algún día pienses en ir a buscar el segundo.
1. EL DÍA QUE TIENES TU POSITIVO
En mi caso al ser una persona ansiolítica de naturaleza, sin paciencia para nada e hiperactiva sólo a lo que a la actividad cerebral se refiere, nada físico que me canso enseguida, decidí la noche antes del cumpleaños de RuyRodrigo que me haría un test de embarazo por la mañana para ver si era positivo, y en caso afirmativo, ofrecérselo como regalo con un «vamos a ser padres»que le cambiara la vida forevaneva.
Ahora, escribiéndolo, regalarle un palo miccionado en medio de la cena de cumpleaños no parece tan buena idea, pero en ese momento con el subidón hormonal, me pareció el regalo del siglo teniendo en cuenta que aún faltaba una semana para mi regla y seguro que no se lo esperaría. Así que lo compré, fui a los baños de la oficina con un vaso de café vacío, y allí, en medio de un colocón con el olor a choto del ambiente, me quedé ojiplática con el resultado:
¿Y ahora qué?
Pues reprimir todas sensaciones a flor de piel que me invadieron en ese momento: euforia, ansiedad, ataque de pánico, brote ezquizofrénico e intentar actuar como una persona normal, en un estado normal, un día normal.
Y no fue hasta muchas horas después que llegó el momento de dar los regalos dejando este para el último. Cuando el futuro padre abrió su regalo lloró, chilló, me abrazó, sacando euforia por todos los poros de su piel, mientras yo, que me lo había callado durante tantas horas que me le había cogido gustito a la apatía, no supe reaccionar. Durante horas. Y días.
2. LA PRIMERA VEZ QUE LO VES EN UNA ECOGRAFÍA
Y cuando quiero decir que lo ves, no me refiero a las 7 semanas que te enseñan una pantalla negra y te dicen:
– Aquí está tu bebé…
Y tú en lugar de ver a tu cigoto, lo único que ves es ese gris que daban en la tele con el codificado de canal plus cuando había porno. Pero lejos de preguntar asientes con una sonrisa, vaya a pensar que eres una mala madre, así de inicio.
Me refiero cuando ves que tu pequeña marichocho ha sacado tu nariz, y aunque no parece que tenga los labios de Angelina Jolie, se la ve más contenta que unas castañuelas.
3. CUANDO TE DICEN EL SEXO
En nuestro caso, pensábamos que en la triple screening que le miran hasta los padrastros de las uñas, podríamos saber ya si mi dislexia tendría heredero o heredera. Y aunque había pactado con el rioplatense no preguntar por el sexo y dejar que nos lo dijeran, porque decía que hace de muy mal padres, una vez me estiré en la camilla y cuando la ginecóloga aún no se había puesto ni los guantes, me arranqué por bulerías:
– ¿Se ve si es niño o niña?
A lo que ella me dijo que esperara, que primero tenía que ver que todo estaba bien. Cuando por fin toco el turno de saberlo, me dijo que el cigoto estaba del revés, que no se dejaba ver y que tendríamos que esperar dos meses hasta la nueva ecografía.
Como no soy muy amiga de las esperas y mi ginecóloga es un poco seca a lo que al trato y las bromas se refiere, me hice un cobarde-gallina-capitán-de-la-sardina y le mandé un mail explicándole que nos habíamos convertido en unas yonkis de las ecos y que más triste era pedir que de robar, pero que necesitábamos por nuestra salud mental una eco a las 16 semanas con la que saber el sexo del nuevo miembro de nuestra familia.
Así fue como con mi brote psicótico logré que nos dijeran que Matilda venía en camino.
4- LA PRIMERA PATADA
E aquí el último punto emocionante que he vivido desde que ensancho nuestro árbol genealógico.
Fue una noche, cuando estaba en el sofá con el rioplatense viendo una serie, que de repente noté algo en el estómago.
– Amor, no se si ha sido un pedo o he notado a nuestra hija…
-A ver, haz fuerza…. ¿Sacas algo?
-Parece que no… pero no quiero forzar vaya a ser que salga una almorrana
– Entonces… ¡es nuestra hija!
Y ahí, con el poco glamour del momento, nos abrazamos entusiasmados porque nuestra hija había dado señales de vida por primera vez.
Y es que es la naturaleza más que sabia es un genio del marketing, y te da una cal y otra de arena para que tu cerebro sólo se quede con lo bueno y que dentro de unos años, muchos, cuando ya no te acuerdes ni de las náuseas, pienses en lo bonito que podría ser darle un hermano a tu cigoto.
De momento escribo esta entrada, para releerla en el futuro en caso de necesidad reproductiva.
Besis.
Eres la bomba jajajaj, no tengo niños pero estamos en proceso y hay muchas cosas que opino lo mismo que tu, me encanta tu diario, me he reído un montón y no soy de risa fácil!!! Enhorabuena por tu maternidad y ahora a disfrutar de Matilda
Muchas gracias Judith!!!