Hay días y días

Apreciados maifrens,

Hay días que Matilda no ha tenido una mala noche y me despierto a las siete aéme cuando los dos aún están roncando.

Me levanto como un ninja, aguantando la respiración, para hacerme un café con leche en silencio y soledad. Gustito máximo.

Luego me ducho, preparo el desayuno, la ropa y cosas de la guardería, mientras silbo por el camino por si alguno se despertara y me hiciera compañía.

Mientras desayuno, mastico en plan darveither con bronquitis porque el silencio empieza a hacerse insoportable.

Y ellos pillan la indirecta. Y se despiertan. Y el sol entra por la ventana haciendo una carambola de luz y color con efecto óptico en el que no se pueden apreciar mis ojeras ni mis lorzas y parezco un ángel de victoria sicret.

Pero luego están los días en los que RuyRodrigo ha pillado cacho nocturno y rindiéndose se ha traído a la sra de Murcia a la cama. Y me coge de los pelos. Y me da patadas. Y acerca su boca a mi tímpano para llorar con ganas, vaya a ser que esté sorda y no la oiga. Y yo, que aún estoy dormida, me levanto de un brinco a lo Bruce Willis para pelearme cuerpo a cuerpo con el madarfacar que me ha despertado, pero al ver que es mi hija me calmo, cosa que me lleva un buen rato, y busco entre las sábanas el chupete.

Y no aparece. Y la niña sigue llorando. Y mi príncipe azul se despierta a lo Arnlod Schuachenguer con la tetina tatuada en su mejilla. Y le enchufamos el chupete. Y se vuelve a dormir con unos movimientos de hiphop que me dejan durmiendo con medio cuerpo fuera del colchón a lo faquir. Y eso, da escoliosis y contracturas y te deja las cervicales a lo Mar Adentro.

Y más tarde vuelve a llorar. Vaya a ser que nos hayamos dormido. Y otra vez a buscar el chupete. Y no lo encuentro, AGAIN. Y la niña llora. Y los vecinos llaman a los mossos de esquadra. Y RuyRodrigo se lo saca del canalillo. Y le enchufo el chupete a la niña mientras la pongo en dirección dulce de leche para que haga hip hop hacia su lado, cosa que le lleva a dormir con medio cuerpo en el límite del colchón y el otro medio fuera de la ventana. Y eso da parálisis, mal humor, tosferina y baja tres años la esperanza de vida.

Y llegan las siete de la mañana y le enchufamos el biberón. Sí, aún le damos biberón porque somos unos survivers y si se le queda la dentura nivel tiburón blanco ahorraremos para unos brackets. Daños colaterales. Y una vez ha terminado le volvemos a enchufar el chupete (por si el biberón no le ha deformado del todo la boca) y la ponemos a dormir intentando tocar el nirvana.

Pero la marichochi decide que es mejor despertarse, que es tontería dejarse en peso muerto en el colchón estando la Pepa Pig dentro de la tele.  Y con un «oooooyaaaaa» «oooooyaaaa» da por inaugurada la jornada.

Hay días en que Matilda está muy divertida y risueña y nos pasamos la tarde riendo y jugando.

Y hay días en que está nivel niña del exorcista y la castigo sin salir hasta los treinta y cinco.

Hay días en que tengo mucha paciencia y a lo «Sonrisas y lágrimas» le canto canciones infantiles, le leo cuentos y le hago un fondo de armario con las telas de las cortinas.

Y hay días en que me quedo cerebralmente en render y asiento con cara de guiri mientras juega a dejar la casa nivel allanamiento de morada.

Hay días que me voy a dormir sintiendo que merezco el premio nobel a la maternidad.

Y hay días que me siento la peor madre del año.

Hay días que cuento las horas para llegar a casa.

Y días que fantaseo con comprar un billete para ir sola a desparramar el pellejo muerto en el Caribe.

Hay días que me informo de todas las líneas pediátricas y los alimentos saludables de Matilda y le hago un calendario para que coma sano y variado.

Y días que le doy una patata frita para poder charlar tranquilamente con una amiga.

 

Y sí, lejos de la PERFECCIÓN, tengo mis días.