Decisiones

Apreciado diario,

Ser madre es estar eligiendo constantemente cosas trascendentales que antes no sabías ni que existieran del estilo: La niña tiene tos de camionero, ¿qué puedes hacer?

A- Restregarte un halls por el pezón

B- Practicarle un exorcismo para sacar al espíritu carajillero que lleva dentro

C- Hacer ver que no oyes su eco a lo Darth Vader y seguir  malviviendo tu hiperactiva vida

D- Hacerle esnifar monodosis de suero aunque te monte un pollo de dimensiones estratosféricas.

Y a lo pito-pito-gorgorito vas trampeando con tu cachorro, que eres una madre primeriza y lo único que te importa es que tu hija siga respirando.

NOTHING MORE.

Así he ido criando yo a la señora de Murcia, con el instinto y el sentido común que es lo que me dijo el pediatra sin saber que yo de sentido común poco, que soy muy de moverme por espasmos y al tuntún. Pero oye, si he fabricado una hija, la he traído al mundo y la puedo amamantar, hacer que sobreviva un par de años, hasta que empiece a hablar, no debe ser tan difícil.

En fin, a lo que íbamos, como dentro de un tiempo voy a tener que trabajar y la niña aún no puede quedarse sola en casa, he decidido aprovechar que el rioplatense está de vacaciones para empezar a mirar guarderías para dejar a nuestro pequeño alfajor. Que debo admitir que yo era de las que decían que cuando volviera a trabajar dejaría a mi cachorra en la guardería sin un remordimiento ni medio, que todos hemos ido de pequeños y aunque no pasamos un psicotécnico ni de coña, somos muy de la broma y de reírnos de las miserias. Pero ahora que sé que tengo que dejar mi óvulo fecundado a una desconocida, se me empañan los ojos, me tiembla la voz y tengo que ir corriendo a jugar la primitiva para sentir que aún me quedan oportunidades para no abandonarla:

Que cuando expulsas a tu cigoto te das cuenta que todo lo que opinabas de tus amigas madres era bullshit, y que la educación del cachorro consiste en hacer lo que buenamente puedes. Que no hay tiempo de libros ni de métodos, que la vida corre que se las pela y lo único que puedes hacer es ir improvisando por el camino y preguntarle, mucho, a la de la farmacia.

Totallity, eso hicimos esta semana, que fuimos a ver una guardería que me habían recomendado en las clases de mamifit. Nos atendió una mujer en la sesentena con la hiperactividad a flor de piel y la mandíbula desencajada:

-¿Esta es Matilda?

Dijo mientras la niña le sonreía, que mi heredera no tiene criterio y sonríe hasta a los que tienen cara de asesino en serie.

En fain, que la marichochi debía estar de estupefacientes hasta arriba, nos dijo en un minuto más cosas que mi príncipe azul y yo nos hemos dicho en cinco años, y mira que él es argentino, y nos empezó a enseñar las escuela mientras cogía a Matilda y esta le dedicaba tiernas sonrisas.

-Esta niña no tiene instinto de supervivencia, vamos a tener que ponerle un guardaespaldas.

Le dije yo al rioplatense, hasta darme cuenta que él también estaba sonriendo y que esto era genético. La marichochi hiperactiva nos enseñó todas las clases y no fue hasta que le pregunté por el proyecto pedagógico, que un amigo que se había sacado la carrera de magisterio me dijo que esto era importante, que Matilda se puso a llorar (parece que la niña el tema no le iba demasiado) y la ezquizofrénica me dijo que ellos eran más de ponerlos a la terraza para que les diera el sol y de tratarlos con amor en su escuela decorada como un cupcacke. Vamos, que olía el fracaso escolar y a caca en todos los rincones de aquel piso.

Pero eso sí, me enseñó que bordaban los nombres de una manera muy cuqui a las mochilas de la escuela, y eso fue un punto a su favor, que la niña puede ser analfabeta, pero…

¿y lo bonica que quedará en el parque con su mochila y su bata con cristales de swarovsky?

Besis.