HUMOR

Una mañana cualquiera

Seis y media in da fucking morning. La de Albacete llora porque quiere ordeñarme. AGAIN. Me levanto despejando antes un pie que está encima de mi pómulo izquierdo. Aunque su padre se ha ido a una reunión en Madrid y tiene ocho metros de libertad para dormirse haciendo break dance en el otro lado, la de Murcia prefiere enrollarse encima de mi cuerpo fofisano y contracturarme hasta las pestañas.

Me levanto, me pongo el cojín de lactancia y le doy a la primera su menú mañanero: leche sin pasteurizar y con varios kilogramos de azúcar de las chips ahoy que me metí ayer entre pecho y espalda. Succiona mientras se tira pedos. Mal asunto. Un olor a plastilina me sube por las fosas nasales. Mal asunto. Noto algo mojado. MUY Mal Asunto. Se confirman mis sospechas: Caca con estucado en la espalda.

GRACIAS POR ESTE SUEÑO.ohno

Del relajo la albaceteña se queda dormida. Tonteo con la posibilidad de un “mañana será otro día” y dejarla durmiendo con ese olor a Play Doh de la bullshit lactante. No me quedan principios pero sí remordimientos. Me levanto, voy a buscar ropa limpia. La cambio. Llora. Diana Ross se une a la fiesta:

¿Qué paza?

Me dice intentando abrir una cortina de su peluca para ver qué está sucediendo. Ofcialmente la mañana ha empezado y rezo para tener riego sanguíneo suficiente para llegar a la cafetera.

Al cole no

no

Lucho con mis extremidades superiores para ponerle la ropa, mientras utilizo las inferiores para balancear la hamaca donde he endiñado a la pequeña Buda. Se resiste. Luchamos cuerpo a cuerpo hasta que por fin está vestida. Segunda batalla: el pelo. Para poder peinar su peluca sin que los vecinos nos envíen a la autoridad policial por altercados, le enchufo una galleta de chocolate y un capítulo de ‘La Patrulla Canina’. Últimamente he visto más a esos perros que a mi reflejo en el espejo.

Le cambio el pañal en tres movimientos a la pequeña Paquirrina y la incrusto en la mochila de porteo, abre la boca para quejarse pero como le pesan los cachetes decide quedarse dormida. Llevo a la primogénita al baño para lavarse los dientes.

Al cole no

no 2

Le digo a la marichochi que si no se lava los dientes se le van a caer todos. Ella, que tiene primos y sabe de qué va el tema, me comenta que el «matonzito pezez» le traerá a lot of things si le cae la dentadura. Lo que no sabe la pequeña saltamontes es que está hablando con una profesional: si están sucios no los quiere, sólo los quiere si están limpios…

I WIN, MADARFACARS!!

Se lava una pala y medio canino. Me queda la batería exacta para llegar a su clase, no estoy para ir desperdiciando así que hago como que no lo he visto y le pongo la chaqueta y la mochila. La micromarichochi ronca a altos decibelios por debajo de mi escote.

Al cole no

no 3

Dice sentándose en la escalera. Pongo en práctica el manual de ANTIMONTESSORI de padres en apuros: «Si hoy vas al cole sin rechistar, le ponemos monedas al cerdito».

Cuando la marichochi empiece a entender que la chatarra que hay dentro del marrano, a céntimo por chantaje, no le da ni para un frigopie, se me acaba el chollo. Pero de momento me tiro del rollo. El chantaje da resultado y va al cole contenta y dando saltitos.

I WIN, MADARFACARS!!

En el trayecto, mientras ella se desgañita destrozando una canción infantil yo pienso en esos días en que estaba soltera de hijos y el jasban, que viaja más por trabajo que Beyoncé, se iba dejándome sola en casa. Aprovechaba para hacerme mascarillas, rebozarme con crema hidratante, engancharme alguna serie y hacer cenas con mis amigas para beber vino hasta las tantas. Nos mandábamos mensajes románticos con corazones de parte de él y capturas de anillos de compromiso molonguis de la mía y me iba a dormir a pierna suelta en una cama de 1,50 por 2 metros, roncando con esa serenidad que tiene una cuando no le pegan con un pie en el careto en su fase REM.

Al día siguiente, del efecto de dormir tanto mezclado con el de la cosmética coreana, hacia que todo el mundo me dijera que tenía el guapo subido y que me brillaba la cara nivel bola de discoteca.

sun

Inmersa en mis recuerdos llegamos a clase. La gordi sigue roncando. La marichochi me da un beso a mí, a la “Vovívia”, y entra en clase contenta bajo la promesa que cuando llegue a casa le tiraremos tres monedas de las pequeñas a la hucha. Pobre, será de letras.

Una madre de acerca a mi, me mira y me comenta:

¿Estás bien? Haces cara como….de enferma… ¿te has mirado el hierro?

Sonrío. Puta bida tete. Le voy a contestar que sí, que me falta hierro, leucocitos, glóbulos blancos y cafeína. Pero justo, cuando abro la boca, noto algo mojado bajando por mi escote. Mal Asunto. Me llega hasta las bragas. Mal Asunto. Sube un olor a requesón. MUY Mal Asunto. Se confirman mis sospechas: la de Albacete me ha vomitado el escote.

facepalm 2

5 comentarios en “Una mañana cualquiera”

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