Apreciados maifrens,
Unos rizos me hacen cosquillas en la cara a las seis y media áeme.
-Mama, bibi, favor
Miro el despertador… ¿are you crazy? Es tan temprano que ni me pregunto como ha llegado la niña a dormir en nuestra cama cuando se durmió en su habitación. El dulce de leche está fuera dela ciudad trabajando (y durmiendo a pierna suelta) y no puedo delegar este asuntillo con un «al papa, al papa…» En mi mano sólo tengo una carta: jugármela con una llave judoca y el chupete, que llevo practicando desde hace dos años; o funciona y puedo roncar unos minutos más o habrá que ir al «fofá a veua el guaguauz» oseasé la patrulla canina.
Un fracaso absoluto me lleva a preparar un bibi en la cocina mientras mi hija se queda ojiplática viendo a los caninos.
Le doy el biberón. Se toma la mitad. Una voz repelenta de mi interior, que he heredado desde que soy madre, le suelta «¿No te apetecía tanto? Venga, un poquito más…» y se lo enchufo en la glotis. Lo aparta con la mano con un «no, gaziaz» y ya, con gasolina y vitaminas a tutipleni, se baja del sofá a vivir su vida hiperactiva.
Me miro en el espejo de reojo y un escalofrío me recorre la espalda al ver que esta noche he mutado de madre de treinta-y-tantos a Marilyn Manson.
«Donguorri» digo tratando de animarme. Si algo tengo hoy, es tiempo por la mañana. Primero café y después ya intentaré un maquillaje de efectos especiales nivel advance para volver a aparentar una persona con constantes vitales decentes y un ritmo cardíaco en la media.
Mientras empiezo con la silicona, la cinta de embalar y las pinzas de la ropa para trabajar en mi plan «cara de victoria de eingel sicret» voy escuchando en el comedor unos «criiiiiiiic», «ohhhhh sa tancattt» «malamen Pitidazzz, moooool malamen» y otras onomatopeyas que me llevan a pensar que la marichochi la está liando parda, a lot of morenauer.
Lo mío me lleva un buen ratito poniendo en practica algunos tutoriales de youtube, hasta que miro la hora de reojo… ¿¡¡WWWWHAAAAATTTT???!! Activo el modo «hiperactivo ON» ese en el que haces mucho pero no acabas haciendo nada, y salgo del baño con sólo un ojo con rímel y una ceja pintada y la otra no. Cuando llego al comedor con mi cara a lo Mickey Rourke, me encuentro con que el comedor se ha convertido en el vertedero municipal, las paredes están pintadas con un boli rojo y mi hija ha provechado para pasarse el boli por todo el cutis y, para sumar nivel de dificultad al momento, cuando se gira puedo apreciar una mancha sospechosa en la parte posterior del pijama. OHMAIGAT… ¡han vuelto los virus inestinales!
Evalúo las opciones: Dedicar el escaso tiempo que me queda a recoger la casa, acabar de maquillarme el careto que llevo a lo picasso o luchar cuerpo a cuerpo con la niña para ducharla (eso ya es bullshit nivel advance que no sale con toallitas) dejar el pijama en remojo, vestirla, luchar para que el afro quepa en una goma y salir cagando leches de casa para intentar no llegar tarde.
Elijo tercera opción. Lucha para ducharla. Lucha para vestirla. Lucha para peinarle los rizos indomables. Lucha para ponerle la chaqueta. Lucha para atarla en el cochecito. Por fin ya estamos. Cierro la puerta sin mirar atrás.
Lucha con las madarfacars que caminan en fila por la calle y no te dejan pasar. Lucha contra los madarfacars que no se paran en el paso de zebra aunque lleves un carrito con una niña cabreada.
Llegamos a la guardería y contra todo pronóstico (ya que Diana Ross siempre le ha gustado ir a delinquir) se gira y se pone a llorar desconsoladamente «Mami, amb mi» breik-mai-jart-a-lot-of. Me hago la dura con mi voz a lo marypoppins de madre y le digo «que van a hacer mil cosas y que se lo va a pasar genial» ella se va resignada con los ojos acristalados.
Veo como sus rizos delincuentes se alejan por el pasillo.
Salgo a la calle y en la primera esquina me echo a llorar sólo de pensar que pueda estar triste. Esa empatía que he heradado de la maternidad nivel #sonsinmihija. El rímel de mi único ojo maquillado a tomar por saco.
Sigo andando con la tristeza y el corazón a mil para intentar no llegar muy tarde. Tic, tac, tic, tac en el cogote. El sudor me invade. Base de maquillaje a tomar por saco.
«Buenos días» Digo al llegar con un último aliento antes de empotrarme en la silla.
Buenos di… ¿oye, estás bien? Haces muy mala cara…
Y sí, vuelvo a ser yo.