Apreciado diario,
Una de las consecuencias de estar gestando un pequeño cachorro en tu interior es que no sólo creces a lo ancho, se te descuelgan las carnes de detrás de la espalda como si no hubiera un mañana y te pesa la vida, si no que, además, un día y sin previo aviso, mientras tu alergia primaveral hace sus primeras apariciones, descubres horrorizada:
QUE CUANDO ESTORNUDAS, TE MEAS ENCIMA.
Se conoce que en este nuevo estado de esperanza en el que te encuentras, vas perdiendo el glamour más rápido que el control de tu bufeta. Sí amigas,tu suelo pélvico está menos tonificado que Paquirrín y por cada esfuerzo extra que haces, TE DESORINAS ENCIMA. Sin importar dónde te encuentras.
Totallity, que una, que empieza a ser una duda con patas, teclea en google «cómo no mearse encima, porfavortepido», pregunta a familiares, a amigos y hace una encuesta puerta por puerta para evitar que con el polen a la vuelta de la esquina y sin poder tomar antihistamínicos, tenga que ponerse pañales para ir a la oficina.
La mayoría de respuestas es clara. La conclusión es apuntarte a:
Unas clases que, para mamíferos que se hacen sus necesidades menores encima, estimulan y estiran todas las partes de cuerpo. Y tonificas los músculos de los bajos para que dejen de hacerte jugarretas. Y encima relaja. Todo un lujo para una futura madre.
Por ello, el otro día fui a apuntarme a uno de estos centros sin haber hecho yoga antes en mi vida, y ellas muy amables, me invitaron a una clase para probar a ver si me gustaba.
Con unos leggins, unos calcetines que ocultaran que ya no me llego a las uñas de los pies y están cortadas a cachos y una camiseta de Ruyrodrigo que disimulara mis carnes trémulas, me aventuré hacia allí con una sonrisa de oreja a oreja esperando poder hacerme una siestecilla de tarde mientras notaba como, mientras yo me relajaba, mis músculos se tonificaban solos.
Y mientras empezaba a acomodarme en la colchoneta, entró el clon de Brooke Shields en el lago azul, con un niño de tres años y un cuerpazo de infarto identificándose como «la profesora».
-Hoy vengo con mi hijo que le encanta hacer clases…
Dijo ella mientras el niño se enfilaba por las cortinas como un mono con sobredosis de azúcar.
Empezamos la clase con los ejercicios de relajación esperados, y no fue, hasta que noté que la de al lado me daba toquecitos porque estaba roncando a pierna suelta, que me di cuenta de mi desgracia: los ejercicios de relajación estirados en la colchoneta habían llegado a su fin y ahora tocaba sudar de verdad.
Que si ahora de cuatro patas, que si notas el contacto con la tierra, que si estiras hasta que los huesos hagan «crock», la jamelga jipirula iba dictando las poses imposibles que debíamos hacer mientras su hijo, el mogli de la selva, le bajaba los pantalones enseñándonos a nuestro pesar, sus músculos contorneados.
Ver esa venus al lado de tus piernas celulíticas, genera un mensaje subliminal a tu cerebro con resultado de un efecto «arítmico» que te llevaba a intentar tener su cuerpo, su cara y sus tetas haciendo el ejercicio a mil por hora y repitiéndolo varias veces, sobretodo los de dificultad alta.
Y no contenta con eso, al salir te apuntas un mes entero cruzando los dedos para que el yoga te convierta en la versión MILF del Lago Azul.
Después llega el día siguiente, y como si de una resaca emocional se tratara, te das cuenta que hasta el cigoto tiene agujetas. Y que dentro del útero que compartís debe estar pensado:
¿Pero esta marichocho se ha vuelto locatis o qué?
Sí mai lítel friend, y LO QUE TE ESPERA…
También nos he apuntado a las clases de postparto.
Besis.
P.D. Si eras la que estabas en la fila de atrás y tenías mi culo como vista panorámica, lo siento tía.