Querido (y más aún) apreciado diario:
Desde que los dos conyugues estamos afiliados al INEM, las cosas en el principal segunda “Bé” han cambiado mucho.
Mientras que el despertador de RuyRodrigo ha desaparecido misteriosamente sin tener claro su paradero, las madrugadas transcurren con un silencio sepulcral solo roto por el eco de mis ronquidos resonando en el patio de luces.
Una vez mis cuerdas vocales se han resentido por los rugidos, me despierto con la boca un pelín pastosa y viendo como el rioplatense (bajo los efectos del amor) me mira con los ojos inyectados en sangre.
Aprovechando que RuyRodrigo está despierto y volviéndome a colocar las amígdalas en su sitio, utilizo la mañana para instruirlo sobre los entresijos y recovecos en el arte de “no morir de aburrimiento” que he aprendido en estos meses de cautiverio, como:
1-Apretar los ojos y luego soltarlos para ver manchas, luces y formas psicodélicas.
2-Perfeccionar la técnica del robot
3-Aguantar la respiración, tratando de romper los records personales.
4-Intentar no pensar en pingüinos.
5- Tender la ropa a cámara lenta.
6-Dominar la técnica de quemar con una lupa.
RuyRodrigo, como buen alumno aplicado, sigue todos mis consejos e indicaciones al pie de la letra. Solo de vez en cuando padece claros síntomas de angustia y estrés por la falta de trabajo y es cuanando utilizo:
consistente en (y por orden de importancia):
Protocolo que idee ya hace algún tiempo y bajo el juramento de utilizarlo SOLO Y EXCLUSIVAMENTE en los momentos que se ponga en riesgo la cálidez y tranquilidad en el hogar de los Balashunta, con los mejores goles de Maradona, el cambio de niña a mujer de la princesa Leia y alfajores de chocolate (muy apto para las depresiones) que lo deja en un estado catatónico que utiliza una servidora para escribir el blog.
Y teniendo al porteño ojiplático delante del televisor, me despido: