Mi parto

NOTA IMPORTANTE: Esta entrada habla de dolor, explosiones genitales y miserias sobre la dilatación. Si estás embarazada o crees que puedes estarlo, NO TE LA RECOMIENDO.

Apreciado diario,

Ahora que ya hace un mes que me convertí en madre, por fin he encontrado el tiempo para narrar, con pelos y señales, como transcurrió el día más intenso, duro y feliz de mi vida.

Desde que la ginecóloga me dijo que tenía el útero blandito (lo que en mi barrio viene a llamarse fofisano) me obsesioné con la idea de que podía parir en cualquier momento por desgracia del rioplatense, que tenía que comerse mi mal humor mañanero cada día que seguía estando embarazada.

Con mi lofli “mecagontoloquesemenea” fueron sucediendo los días a cámara lenta sin que nadie expulsara a nadie de sus entrañas, hasta que una noche me desvelé de madrugada y desperté al jasban (por solidaridad hacia mi persona) para que saliéramos a dar una vuelta «porfavortepido que con la ola de calor se me está derritiendo el endometrio». Él, que con las hormonas me tiene más miedo que a un terrorista chiíta, no quiso jugarse la vida con un «vuélvete a dormir que se te pasará» y se puso lo primero que encontró en el armario para salvar el pellejo.

Salimos a las tres de la mañana, una embarazada de 9 meses y un zombie de the walking dead, a patear la zona de las discotecas disfrutando de la brisilla del aire acondicionado que salía por la puerta.

No fue hasta que volvíamos a casa, con las ojeras por los suelos, que noté que algo había pasado.

-¡Creo estoy de parto!

El dulce de leche, que ya estaba durmiendo pa’dentro, asintió y siguió andando como si no pasara nada, así que, con el brote hormonal a flor de piel, me puse delante de él y me levanté la falda hasta la glotis para mostrarle que estaba perdiendo líquido.

¡POR FIN HABÍA ROTO AGUAS!

Después de confirmarme en Urgencias que esta vez no me había meado encima y que, efectivamente, había fisurado bolsa, empezaron mis 33 horas de PARTO. Con sus 33 pentatrillones de minutos y sus 33 hectapentatrillones de segundos…. (el mamífero que tengo amarrado a mis pezones no me deja para hacer el cálculo matemático).

Totallity, que cuando llegamos ya había empezado con el tema de las CONTREXIONS, que para las que están embarazadas diré que no duelen nada, pero para las que ya habéis parido sabéis que en realidad duelen mucho más que la ausencia de un ser querido.

Y así me tiré un par de horas empezando el proceso, hasta que mi cuerpo de anciana decidió parar todo el asunto para echar una cabezadita porque salir de discotecas me había dejado molida. Los ronquidos llegaron hasta el mostrador (la niña me apretaba los pulmones, ¿vale?) y la comadrona, al ver que ahí estábamos de procrastinación sin parir y ocupando cama articulada, se cabreó y decidió castigarme con litros de oxcitocina.

El dolor de las contracciones se volvió más intenso, nivel Guantánamo, y cuando habían pasado ya 17 horas y me estaban entrando unas ganas tremendas de romper todo el chiringuito de la sala de dilatación a lo hermano mayor, pedí si eran tan amables de meterme la epidural por la fucking vena, y así poder descansar a un poco.

Vino una anestesista a inyectarme una bullshit mágica que me dejó la cintura y las piernas que podían ser mías o de la vecina del quinto.

Cuando llevaba ya ingresada 19 y 500 noches intentando parir, con un “osquierotías” y la mandíbula de lado a lado gracias a la drogaína en vena, saludaba a toda la plantilla de comadronas del hospital que, con cada cambio de turno, venían a medir cuanto había dilatado.

“Pues parece que por fin has dilatado medio centímertro…”

¿M-E-D-I-O-C-E-N-T-I-M-E-T-R-O?

Fuck off, bitch!

En fin, que mientras el grupo de whastapp de mi familia echaba humo con un “¿Ya ha nacido?” “¿Y ahora?” “¿Aún no?” “¿Se le ve ya la cabeza?” “Pásame a la ginecóloga…” no fue hasta después de 33 horas intentando dilatar, con el cansancio del crossfit intrauterino que conlleva el tema de la expulsión vaginal, que, de repente, algo cambió y empecé a notar dolor.

Después de unos cuantos refuerzos se había esfumado el efecto de la epidural y sentía como si un bulldog de 3 kilos me desgarrara las entrañas y me saliera por el ojete. GRACIAS POR ESTE SUEÑO.

 Totally again, que entre dolor de contracción y dolor de contracción, le resumí al dulce de leche la situación, para que fuera a informar a la experta en la materia con un:

“Amor, ve y dile a la comadrona que la niña se ha equivocado de agujero y me sale por el culo…”

BOOM! In your face!

Él quiso hacerme entender que eso era físicamente imposible, pero al ver mi careto de “como no se lo digas te tragas los fórceps” fue a buscar a la comadrona para decirle “que su mujer tenía la sensación que la niña le presiona y que le sale por esfínter”

“Eso es que está ya en completa…»

Después de eso, fuera por el efecto de las drogas o de que la naturaleza es sabia en forma de alzheimer,  sólo tengo la imagen de el momento más emocionante de mi vida: cuando, de repente, me convertí en madre por primera vez.

“Bienvenida a mi mundo, Matilda”

 Sí, a primera vista parece ET, pero en ese momento me pareció la Señora de Murcia más bonita del planeta tierra.

BESIS.