Apreciado diario,
Cuando te quedas embarazada de un pequeño cigoto, tienes nueve meses y tres cuartos para poder hacerte una idea de la madre que querrás ser. Y lees libros relacionados con el tema, ves películas noñas de las que bajas el volumen para que el vecino no piense que eres una hortera y te imaginas a ti misma con tu cachorro en brazos y con el instinto maternal a flor de piel.
Y luego te das de ostias contra la realidad, que una cosa es la teoría y la otra las prácticas maternales donde una hace lo que buenamente puede, mientras su cachorro berrea porque tiene sueño como si la mismísima mafia estuviera sacándole los riñones.
La primera noche en el hospital dormí del tirón. Y ya por la mañana desperté a mi príncipe azul que estaba en el sofá en posición Stephen Hawking, para decirle que nos había tocado la lotería con una niña anoréxica que no comía nocturnamente.
Cuando RuyRodrigo se levantó con los ojos inyectados en sangre y su sonrisa ausente, sospeché que había algo que no cuadraba en la ecuación. Pero no fue hasta que me contó que la niña había llorado tanto que se había quedado afónica, y que hasta la madre de al lado se había ofrecido para darle el pecho y que se callara, que no me di cuenta que el instinto maternal nocturno ese con el que te despiertas con el mínimo ruidito para ver si tu cachorro sigue respirando, yo lo tengo disecado.
Mi sueño de anciana, hizo que no me despertara ni cuando el dulce de leche colocó a la señora de Murcia directamente en el pezón, para que succionara un rato mientras yo seguía en coma.
Ahí fue cuando me sentí por primera vez mala madre.
Al principio lo lleve mal, porque quería que la señora de Murcia estuviera orgullosa de mi. Así que cuando llegamos a casa y viendo mis habilidades nocturnas, decidí intentar el colecho, una práctica que a priori había descartado pero que, ahora, me parecía la mejor opción para que mi hija no se adelgazara a lo Kate Moss.
Nos estiramos y en seguida el cachorro se quedó dormido pegado a mi pezonera. Todo iba sobre ruedas, así que con-un-seis-y-un-cuatro-aquí-tienes-tu-retrato me puse a roncar enseguida, que no hay mejor placer en la vida que dormir. No pasó ni una hora que me despertaron unos alaridos como de perrito pequeño al lado de mis michelines.
Con una de mis morcillas le estaba chafando un brazo a mi pobre vástaga, que me miraba con cara de terror.
¿REALLY?
Pues sí, el instinto maternal de no chafar a tu cría mientras duermes, tampoco parecía que lo hubiera desarrollado. Mi cuerpo de anciana no respondía a los estímulos nocturnos de la maternidad. Y aunque volví a sentirme mala madre también en esa ocasión, pronto aprendí que la maternidad es..
Hacer lo que puedes como buenamente puedes.
Que para mi, ser madre es tener todas tus camisetas vomitadas con olor a leche rancia, y unos sujetadores de lactancia que son más feos que la palabra toxoplasmosis.
Ser madre es llevar unas ojeras tatuadas, que ríete tú de Marylin Manson.
Es renunciar al candy crush cuando vas al baño, porque llevas a tu pequeña marichocho pegada a tu pezón.
Es pelearte con las viejas por la calle, que quieren besarle los pies a tu cachorra y chuparle la energía.
Es hablar nivel border line, para que la heredera de tu dislexia te regale una sonrisa con ruidos y vómitos.
Es salir a la calle con la niña reluciente, sin darte cuenta de que llevas una teta a la intemperie.
Es saber lo que es «una caca a propulsión» con impacto en tu pared blanca impoluta.
Es improvisar canciones sobre la marcha con el ritmo de Shakira, porque no te sabes ninguna nana.
Ser madre es…
… VERY TIRED A LOT OF…
Pero cada día que sobrevive mi cachorro sin ir a urgencias, me doy cuenta que lo de la maternidad no se me da nada mal.
Besis.
Jajajajajaja! Exactly a lot