DIARIO, HUMOR

Yoga para niños

Apreciado diario,

Siempre he sido una persona de las que intenta huir de los momentos incómodos o violentos, vaya a ser porque me gusta el buen rollo y la tranquilidad o porque cuando reboso el límite de mi paciencia, a lo Hulk, me sale un eilainer que va del ojo a la nuca, se me sube el canalillo del sujetador hasta la nuez, me saco el tanga hasta las axilas y muto a choni de mujeres-hombres-y-viceversa subiendo el volumen sin autocontrol de ningún tipo mientras digo vocablos de esos que los niños no deberían oír jamás de los jamases… NEVERANEVAR

choni

Y es que aunque Diana Ross es una niña con más energía que un cocainómano de Wall Street se caracterizaba por el buen humor, las sonrisas y el cachondeo, que eso lo ha heredado de su madre. Pero desde hace un tiempo el buen rollo ya no es ol de taim y de las risas pasa a las rabietas en nanosegundos acompañadas de sus nuevas palabras favoritas: «ÑO» y «e mío»
jack

Un protocolo de buenos modales y de educación nivel cárcel de alta seguridad.

Sin ir más lejos el otro día estábamos en la plaza y vino un pastor alemán del tamaño de un poni con el que mi heredera quería jugar a tirarle la pelota. Aquí debo aclarar que la pelota llevaba el ébola y la peste negra entre otras enfermedades ya erradicadas. Al principio como el propietario me dijo que le encantaban los niños y que no me preocupara le dejé jugar, pero al ver que ninguno de los dos renunciaba a la pelota y que el canino iba por la plaza con la pelota en la boca y mi hija colgando en el otro extremo, arrastrando la bullshit del suelo con su ropa nueva de primavera-verano, decidí que era demasiado pequeña y le dije que nos íbamos a casa que teníamos que merendar «chocolate», una frase estudiada minuciosamente con un PUNCH final que aseguraba el éxito. En la teoría, porque en la práctica jugar a ser arrastrada por el «babau» superaba el chocolate y degeneró un huracán de lloros, rabietas en el suelo y hasta violencia familiar, que al ir a cogerla lanzaba los pies y lo puños al aire en plan pressing cach.

pressing

Yo, notando todos los ojos de la plaza concentrados en mi nuca, intentaba hacerle una llave judoca para ponerla en el cochecito al son de «venga matilda otro día venimos y jugamos más rato con él», de esas mentiras cochinas que no se cree ni una niña de dos años, mientras ella perdía los papeles y hasta el zapato.

El espiral de violencia callejera fue en crescendo cuando la gente se sintió en la obligación de acercarse y decirle cosas del estilo «no te pongas así, otro día vuelves» o «no llores mujer, que con lo guapa que eres te pones mu fea…» cosas que ponían a mi pequeño alfajor nivel me-cago-en-to-lo-que-se-menea y yo tenía que hacer un doble esfuerzo para reprimir el impulso de subirme el canalillo, el tanga y sacar el chonismo que llevo dentro para pedir que se fueran a buscar percebres a galicia y me dejaran intentar entablar una conversación con la niña del exorcista.

exorcista

Muy a mi pesar esos episodios aislados de microteenager se fueron repitiendo en las siguientes semanas. Por ello, buscando pen blogs encontré que esta etapa tiene un nombre: LOS TERRIBOL TÚ, y que te recomiendan que hasta los tres años «hagas lo que puedas. Besis.»

Como soy una madre muy entregada en el mundo google chrome, pensé en buscar por internet actividades por al barrio que le hicieran quemar energía, que eso siempre le sienta bien y le pone de buen humor. Y así es como nos apunté a «clase de yoga para niños de 1-3» que hacen cerca de mi casa.

Bien, pues ayer fue la primera clase y Matilda está fresca como una rosa, pero yo atengo agujetas hasta en los folículos capilares. Y es que al llegar me comentaron que las que hacían yoga eran las madres (hola, eso no lo pone en el título y he venido en tejanos) y que los niños hacían un poco lo que les salía del gormiti. Un cuadro picasiano que me llevó a apretar el berberecho contra las costuras de los jeans dejandóme la fertilidad en el intento para intentar hacer el saludo el sol, mientras Matilda abría-apagaba-abría-apagaba la luz de la clase, le robaba los cojines a las otras madres y los traía a mi colchoneta, cambiaba la canción relajante que estábamos escuchando, metía los dedos en la rejilla de la calefacción e intentaba poner la mano entre las aspas del ventilador. Todo en bucle, en plan circuito de gimnasia.

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Y yo iba de estiramientos relajantes exhalando aire, a respirar entrecortada por los sprints por la clase para intentar que mi hija no pierdiera las extremidades con el ventilador, sudando laik a pig como si estuviera en un entrenamiento de crossfit y riñéndola en mímica para no molestar a las otras madres con hijos tranquilos.

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Con que en lugar de relajación tenía mis chakras sacando adrenalina, cosa que hizo que se me pasara la tarde volando mientras hacía ejercicio. Y eso, para una madre al borde del coma, es mano de santo. Además a medida que pasaba el rato, los otros niños que iban grabando en su retina los actos de delincuencia infantil de la sra de murcia

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tímidamente se fueron uniendo a ella generando un grupo infantil de carne de reformatorio que obligaba a las otras madres a aparcar el «ommmmm» para unirse a mi malvivir maternal al borde del ictus. Nada de ojos clavados en la nuca.

Así que al final he apuntado a Diana Ross para todo el mes de Junio. SO SORRY a las demás mamíferas, SOY UNA SURVIVER.

Ya buscaré otras maneras de relajarme…

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Besis.

 

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