Un día de mi vida

Apreciados maifrens,

Primer día de Rodríguez. AGAIN. Mi príncipe azul ha vuelto a trabajar y durante ocho semanas sólo podrá venir los fines de semana al hogar. VERY STRONG. ENOUGH. MADARFACAR.

Y así me he encontrado esta madrugada, con Diana Ross exigiendo a las dos aéme su «pete» (chupete para la RAE) que estaba a dos centímetros de su cara, a las tres aéme su «pete», again, que estaba a una milímetro de su cara y a las las cuatro aéme su «bibiiii» sin entender que NO ERA DE DÍA. Que a ver como le haces entender a un cachorro con vocabulario básico que consiste en «zol» «guauguau» «bibi» y «paca» (vaca para la RAE) que es de noche y que por la noche hay que dormir o sino tu madre se va a despertar como Hanibal Lecter. Pues llevándotela a la cama, dándole agua para que beba líquido y se tranquilice y haciéndole un placaje con el chupete para que siga durmiendo. Mala vida nocturna con consecuencias en una espalda de treinta y tantos: DESPERTARSE CON LUMBAGO Y TORTÍCOLIS

Así me he levantado yo está mañana. Con el cuerpo nivel Mar Adentro y a la Sra de Murcia exigiendo su bibi y sus «kekas afalant» que son unas galletas de animales, dónde sólo se come los elefantes. Los monos, león e hipototamos dislaik y me las tengo que meter yo entre pecho y espalda para no tirarlas. Algunas veces le hablo del racismo y de porque hay que comer todas las galletas de animales para que tengan las mismas oportunidades, pero desisto cuando después de mirarme impertérrita me suelta «afalant. Gassias.»

Y a mi, cuando me dice «gassias» me tiene ganada. Y lo sabe.

Totally, que después de una mala noche viene la resaca. Y yo, que ya no soy una niña y tengo los músculos nivel vieja chocha, empiezo el día con movimientos a lo robocop porque del placaje nocturno tengo las cervicales y las lumbares en bandera blanca. Pero estoy sola, jan tu jan con Diana Ross, así que no puedo delegar mis funciones y le doy el bibi, la visto, me hago un tupper, ella llora porque no le hago caso. Le doy una galleta de espelta para que se distraiga, llora porque está más seca que el esparto. Le digo que es muy sana. Me la devuelve con un «gassias» que breik-maijart-a-lot-of y abro el paquete de galletas con gluten, aceite de palma y azúcar instravenoso y le doy todos los elefantes que encuentro. No sin mi hija. Ella sonríe. Yo me muevo por espasmos con «aiss» i «uis» hasta que cojo la niña, las mochilas, el cochecito y bajo las escaleras hasta el portal. Ando como puedo hasta la guardería. Endiño la niña con gente responsable y con músculos de veinteañera. Bajo las escaleras ya con medio cuerpo con parálisis y llego al trabajo en modo «sí-yu-in-anodar-laif-brodar»

Mis compañeros se apiadan de mi y me piden cita en un fisio que está justo al lado para que mejore. Y me dejo llevar sólo pensando en llegar, tirarme en su camilla y dormir unos 60 minutos mientras me hacen un masaje. Música para mis oídos.

«Hola tengo hora con el fisio.» Digo a la chica de la entrada. Me pide que espere unos minutos. «¿Llevas ropa interior decente?» me pregunta mi subconsciente. «Negativo, llevo los sujetadores prohibidos, esos que me iban bien antes de la lactancia pero que ahora podría ponerme las llaves, el monedero y hasta el móvil dentro. Bueno, es sólo tirarse en la camilla con la espalda descubierta mientras roncas a pierna suelta.» me consuelo a mi misma en una conversación que seguramente estaré teniendo en voz alta, a juzgar por la enajenación mental que tengo desde que no duermo. Espero. Sale George Clooney con traje de quirófano.

¿Mrs Layunta?

OHMAIGAT! Tranquila, es sólo un masaje en la espalda. Llegas, te tiras en plancha y no mires neverever para atrás. Le explico que tengo mala vida nocturna, diurna y en general. Me pregunta si tengo bruxismo.»Sí, me dieron un aparato por el que pagué millones de euros» digo en una broma que no consigue conectar con mi público. ¿Y te lo pones cada noche? Me dice con tonito repelente. «No, le pillé manía cuando me quedé embarazada». ¿Cuánto hace de esto? me reprocha. «Casi dos años». Silencio. Momento incómodo. «Quitáte la camisa y quédate en sujetador que quiero ver como caminas». ¿WHATTTTT? ¿Es una cámara oculta? Se gira mientras teclea en el ordenador, seguramente pone en comentarios «paciente monga leronga» mientras yo me quito poco a poco la camisa viendo la magnitud de la tragedia. OHMAIGAT, AGAIN. «Tranquila, en 60 minutos saldrás de aquí y te reirás escribiendo todo lo que ha ocurrido en el blog» 60 MINUTOS. 60 M-I-N-U-T-O-S…

Después de que el marichochi me haga andar por la sala, asiente y vuelve a apuntar algo en el ordenador. «Estírate aquí» Me dice señalando la camilla. Por fin. Me dejo llevar. Me estiro. Ha llegado mi momento. Empiezo a emitir mis primeros ronquidos hasta que algo me despierta de repente: siento como si me dieran UNA SOBERANA PALIZA. Ahora te clavo los dedos, ahora los nudillos ahora te incrusto las uñas. ¿EXCUSE ME? Digo en mímica, con la cara encajada en un agujero de la camilla mientras Micke Tyson me caga a piñas.

«Si te hago daño me avisas» me dice el hijoputa. Pero, desgraciadamente, soy de esas personas que no pueden avisar, que les sabe mal molestar a otro que está haciendo su trabajo así que lloro en soledad… MALDITA SEA… pienso para mis adentros, me está dejando tetraplégica.

«Bueno, pues esto ya está» Me dice con un último gancho de izquierda en la costilla. «Graaaaciassss» digo yo entre lágrimas y con voz de haber recibido un politraumatismo.

Salgo de la consulta con insensibilidad total en todos los extremos de mi bodi.

Llamada perdida del dulce de leche.

Hola amor, ¿qué tal tu día?

¿Todo bien?

 Besis.