Apreciados maifrens,
Cómo ya sabéis mi príncipe azul es quién lleva a la niña a la guardería, y al ser argentino y de habla fácil, hace networking con los otros padres. «Hoy he visto al padre de María» me dice pasándome el parte.»¿María? ¿Qué María?» Digo yo intentando fingir que los demás niños me importan. «Sí, esa niña que siempre señalas y llamas Manuel». A mi favor debo reconocer que alguien de esa clase se llama Manuel. O en otras clases. O en el edificio, seguro.
Y es que a él lo dejas cinco minutos en la recepción de la guardería y ya se ha hecho tres amigos nuevos en facebook. En cambio yo, que me muevo a lo Flash Gordon porque nunca llego a tiempo a ningún sitio, voy a buscarla a la velocidad de la luz y me la llevo al exterior casi sin pestañear. Y si me encuentro a una madre e intenta iniciar una conversación, finjo escucharla mientras me quedo en muerte cerebral y la analizo en plan obsesiva compulsiva haciéndome preguntas sin respuesta «¿cómo puede tener tiempo de hacerse la plancha? ¿y de teñirse las ráices? ¿o de acordarse de ponerle el uniforme a su hijo los martes?
Que el malvivir de la maternidad me ha borrado el pluggin de «tener una conversación normal» y ahora asiento con cara de guiri mientras la gente parlotea, cosa que me genera algún que otro momento incómodo, como en una reunión de la semana pasada dónde mi jefe hizo la típica broma «pues si no es así, nos vamos» y como tenía media neurona ahí y la otra media en coma, me quede con el «nos vamos» y me levanté para coger la chaqueta y el bolso, dejando a todos los asistentes de la reunión ojipláticos. A lo que me di cuenta ya tarde que había sido una broma y con un moonwalk y el móvil en la mano para disimular, me volví a sentar en la silla, CON UN PAR. Sin levantar la vista. Que soy madre primeriza y estoy mu creissi.
Y la verdad, me interesa poco hablar con las otras madres de niños tranquilos, que llevan tatuadas una sonrisa en la boca y están embarazadas del segundo, para evitar comparaciones y no tener la prueba irrefutable de aquello que me dicen a veces, «la niña es muy movida, ¿no?». Porque ojos que no ven, corazón que no sienten y yo prefiero pensar que a esta edad todos son como Pocholo Martínez Bordiu un verano en Ibiza, y que no es únicamente la mía que ha sacado la hiperactividad mental de Stephen Hawking y la física de Swatzenegger.
Qué además si te haces amiga, luego tienes que ir al parque juntas. Y la Sra de Murcia es de las que cogen las cosas a los demás niños en plan bulling infantil. Y yo, muerta de la vergüenza, tengo que ir detrás de ella a pedir disculpas y devolverle los juguetes a los niños sin pulso que se quedan sentado al lado de sus padres y sólo pestañean.
Y cuando la he reñido y arrancado el juguete para devolverlo, ella les mira fijamente y le dice una frase ininteligible que genera un «Ohh qué mona, no se entiende nada de lo que dice pero ya quiere hablar…»
Pero una madre, siempre sabe lo que quiere decir su cachorro:
«Aquí tienes malnasío,esto te va a costar una guerra bien berraca»
Y sí, mejor ser asocial y vivir en la ignorancia.
Besis.