Lunes

Querido diario:

Las mañanas son muy tranquilas en el mundo del parado laboral.

Intento levantarme a una hora decente, que suele ser hacia las siete y media, por dos razones: La primera para no desacostumbrar mi cuerpo a los horarios laborales actuales y estar siempre “listaypronta” para recibir una llamada que me asegure una nómina mensual, y la segunda, y no por ello menos importante, porque RuyRodrigo me despierta cuando se va a trabajar. Pobre, no lo hace a propósito. Pero son precisamente las cosas que uno no hace a propósito las que le llevan, directamente, a arder en el infierno. 

A lo que íbamos… una vez ya estoy relajada y duchada, me hago un café con leche de soja para ¡OH WAIT! ¡No queda soja!

Bueno, como me adapto a todas las situaciones (nota mental: incluirlo en el curriculum) me hago un triste café solo y empiezo a arrancar motores que me lleven a ….. redoble de tambores… no hacer nada.

Las horas de la mañana van pasando tranquilas. Escribir, limpiar un poco, alguna comprita en el súper…

Después de haber trabajado una media de doce horas diarias tu cuerpo se acostumbra fácilmente a esta sensación de confort que produce el «pasar tiempo en casa».

Una tranquilidad y un relajo que solo se interrumpe cuando de vuelta del súper, te encuentras a alguien del sector por la calle.

(Tú)-Hola, ¿Qué tal?

(Él)- Bien, trabajando que ya es mucho. ¿Y tú?

(Tú)- Bueno, en el paro

(Él)- Es que la cosa está jodida (CARA DE CIRCUNSTANCIAS) sin subvenciones se acabará el cine español, por no mencionar las tivimuvis ni las series (SILENCIO DE REFLEXIÓN) Todo está muy jodido.  Ala adiós.

El muy cabrón se vuelve a su trabajo que le reporta una nómina al mes, mientras tú  transformas tu nirvana casero en un cuadro de ansiedad que te lleva a hacer el euromillón, rezar a Sampancracio y tirar un par de curriculums a Inditex.

Y desde el psicólogo de guardia, mi crónica de hoy.